Elija la píldora roja, lea Naves en Llamas

“Esta es tu última oportunidad. Después de esto, no hay vuelta atrás. Toma la píldora azul: el cuento termina, despiertas en tu cama y creerás lo que quieras creer. Toma la píldora roja: permanecerás en el país de las maravillas y te mostraré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, todo lo que estoy ofreciendo es la verdad, nada más”. (Matrix, Hermanos Wachowski, 1999)


Naves en Llamas nace porque día tras día vemos cosas que jamás creímos que volverían a ocurrir y que nos recuerdan demasiado a los tiempos nebulosos que antecedieron al nacimiento y desarrollo de los dos grandes totalitarismos que abrasaron Europa a lo largo del pasado siglo: el comunismo y el nazismo.

Naves en Llamas surge como una modesta herramienta periodística con la que dejar constancia aséptica de lo que intuimos como el comienzo del fin de la gran civilización occidental. Hemos visto nuestras principales ciudades ardiendo por los ataques de centenares de terroristas islámicos. Hemos visto cómo la democracia socialdemócrata se vuelve dimisionaria y esteril y frágil cuando debe plantar cara a la contundencia violenta de los nuevos bárbaros enviados por la eficaz alianza que las huestes de Marx y Alá han fraguado para acabar con nuestro legado.

Hemos visto cómo nuestra renuncia a defender los valores tradicionales que un día nos situaron a la cabeza del desarrollo ético universal y nuestro empeño en dinamitar los pilares judeocristianos y grecolatinos que llevaron a nuestras naciones a liderar la historia nos ha sumido en un indecente abismo moral difícilmente descriptible. Se trata de un pozo oscuro, relativista, líquido e intelectualmente inane en el que la libertad de expresión es pisoteada por los nuevos puritanos de lo políticamente correcto y en el que los derechos individuales son arrasados por los presuntos y tiránicos derechos colectivos de nuevos y casi infinitos grupos, tribus, manadas y colectivos siempre dispuestos a socavar la familia tradicional, la democracia liberal, el capitalismo como base de nuestra economía, la nación como contenedor crucial donde se encierra nuestra historia y nuestras raíces espirituales.

Hemos visto cómo Occidente calla, acepta y sucumbe ante el reemplezo planificado, masivo y constante de su población nativa con millones de seres humanos cargados de valores, creencias, tradiones y costumbres absolutamente incompatibles con los nuestros y que, además, a lo largo de la historia, en los más variados lugares del mundo, han demostrado su enorme capacidad para infiltrarse, expandirse, atacar y conquistar el poder.  Y hemos visto cómo todo esto ocurre con el silencio canalla y cómplice de los principales medios de comunicación de Europa y Estados Unidos, que si hace algo más de un siglo nacieron y crecieron apuntalando y constituyéndose en piezas básicas de nuestra sistema de convivencia, hoy se han convertido, en su gran mayoría, en sembradores de odio y difusores masivos de “fake news”. De mentiras. Se trata de mensajes milimétricamente manipulados e insistentemente reiterados que tienen como único fin reescribir la historia y asentar un nuevo planeta groseramente globalizado, intercambiable y uniforme, en el que nuestra forma de vida, nuestra cultura, nuestro pasado, nuestras conquistas históricas y nuestras libertades tan duramente trabajadas a lo largo de los siglos nada valen frente a la mundialización vacua y el amoral pensamiento único promovido por el totalitarismo socialdemócrata actual, de Angela Merkel y Emmanuel Macron a Mariano Rajoy o Theresa May, pasando por George Soros, el Papa Francisco o la ideocia política que arrasa países otrora modélicos y hoy devastados por una caterva de instituciones tan “progresistas” como miserables.

Occidente acabará convirtiéndose en algo que todavía no conocemos porque el marxismo cultural que nos domina en alianza interesada con el islamismo político que va ganando más y más espacio en nuestros territorios son la nueva Matrix que trata de adormecernos, confundirnos y esclavizarnos, cambiando el sexo por el género, utilizando el feminismo radical como ariete contra la concepción de familia, empleando la corrección política como mazo para acabar con los discrepantes, destrozando el lenguaje, dinamitando nuestros grandes idiomas, humillando al ‘hombre blanco’ para diluir Occidente y, sobre todo, recompensando siempre a toda aquellos individuos, empresas u organizaciones que ayuden a dinamitar nuestra forma de vida, nuestras tradiciones y a nuestro Dios.

En la Matrix socialdemócrata, multicultural, burocratizada, buenista y demagógicamente integradora que nos rodea, por la que no pocos ciudadanos vagan permanente y literalmente drogados e hipnotizados por tuits absurdos y vídeos de gatitos, los problemas de verdad apenas son abordados y los falsos enemigos, engrandecidos hasta la caricatura o el ridículo, siempre pueden encerrarse en nombres propios, pancartas y soflamas que se repiten de voz en voz, de medio en medio, de forma tan falsaria como cansina: Donald Trump, la familia natural, la familia tradicional, la islamofobia, la oclocracia, la ultraderecha, Victor Orban, el hombre blanco, el hombre europeo, el hombre, el pasado clásico, el cristianismo, la iglesia católica y tantos otros que hoy dibujan la diana universal de todos los odios políticamente correctos.

Mientras tanto, como en los periodos más oscuros de nuestro pasado, aumenta la censura, se prohíben exposiciones, se acallan libros, se alteran y ocultan algunos grandes clásicos literarios, se tapan desnudos renacentistas, se aclama el velo islámico como un símbolo de la liberación de la mujer y se vetan anuncios publicitarios de jóvenes blancas en bañador, tal y como recientemente ha sucedido en Londres. En este mundo absurdo, volteado y demente que tratan de imponernos, los niños tienen vagina, las niñas, pene, la pedofilia se atisba ya como la futura gran revolución sexual, los países bolivarianos son paraísos de la libertad, verdugos terroristas son tratados con más respecto que sus víctimas y, por el contrario, pedir libertad para contar la historia como es, pedir libertad para gritar que el rey está desnudo, pedir libertad para poder adquirir armas de defensa, y, en fin, pedir libertad, simplemente, para hablar y para escribir sin miedo a que te llamen “facha”, son reclamaciones “de odio” que pueden llevarte a la cárcel.

Naves en Llamas llega para, entre las primeras ruinas de lo que un día fueron las cimas éticas, políticas e ideológicas más elevadas de la Humanidad, seguir diciendo alto y claro que los valores sobre los que se levantó nuestra civilización occidental son superiores a cualesquiera otros que nos quieran imponer. Que somos milenarios de historia, que somos los herederos de los templos griegos, de los teatros romanos, de las capillas románicas, de las catedrales góticas, de los palacios renacentistas y de los conventos; que somos la fuerza telúrica celta y el misterio cristiano; que hemos inventado la música sinfónica, la imprenta y los periódicos, que somos la Ópera de Viena, los cafés de Berlín y el Arco del Triunfo; que honramos a la mujer, que nuestra cultura es la de la caballería y del amor cortés, que somos quienes imaginamos la primeras universidades y que somos los descendientes de Jesucristo, de Homero, de Virgilio, del Cid, de Leonardo da Vinci, Cervantes y Shakespeare. Que somos las carabelas cruzando el Atlántico, la furia vikinga y la conquista del nuevo mundo; que somos, en fin, Leónidas y sus 300 espartanos salvando a Grecia contra Asia; Escipión el Africano lanzando a Roma contra Cartago; Don Pelayo capitaneando la Reconquista; Godrefoy de Bouillon liberando Tierra Santa; los Reyes Católicos retomando Granada y don Juan de Austria venciendo a los turcos en Lepanto…

Hoy son demasiados, desde demasiados lugares, quienes nos anuncian que ha llegado nuestra hora.  Nos piden, nos exigen, que olvidemos todo lo que fuimos y lo que somos, que nos avergoncemos de ello, que pidamos perdón y que Occidente se diluya en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir, nos dicen, mientras sutilmente nos imponen un nuevo mañana que no tiene nada que ver con lo que un día fuimos. Pasen y vean. Elijan la pastilla roja, lean Naves en Llamas y contemplen, sin vendas, el mundo que están preparando para nuestros hijos.
    

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